¿Y ella?
Otro sábado noche más, el mismo lugar de la barra, la misma hora y allí estaba ella con la misma gente. ¿Mi gente? Nunca estuve seguro, formaban parte de ese momento, ese lugar, esas copas de más.
¿Y ella? Resplandeciente, sensual, contorneándose en cada gesto y palabra. Comulgaba con la perfección, la supremacía de lo femenino y ascendía cada sábado noche en mi fantasía inalcanzable.
Y cada sábado noche mi fantasía se rompía con el llanto de la realidad. Jamás me dirigió palabra, ni una mirada, yo era uno más entre esa gente, ¿su gente? La superficialidad de aquellos encuentros entre copas y risas, me turbaban, deseando olvidar que tan sólo teníamos en común el mismo lugar de la barra y la misma gente que convertían a cada sábado noche en una oportunidad.
Oportunidad que no soportaba, que me obsesionaba y me recordaba mi estúpida existencia. ¿Cómo llevaba tanto tiempo soportando el no soportarme? Ella reflejaba y me escupía, mi ser ridículo, insignificante, no merecedor ni de esa anhelada mirada.
Ella me ahogaba, me aniquilaba en cada suspiro cuando la soñaba. Ella era un ángel que me llevaba a arder en mi propio infierno de auto-odio y lentamente de auto-destrucción. Así que decidí jugar mi última carta y convertir la oportunidad en posibilidad antes de morir.
Nada podía perder. Todo pasó rápido, entre brumas, sólo recuerdo un “Te amo”, su huida, risas alrededor y la bañera llena de agua con la cuchilla esperándome. Y de pronto un insoportable olor me alertó, la posibilidad de morir con gas no la contemplé jamás.
Nunca deseé que nadie saliera perjudicado por mi pulsión de muerte y la idea de una explosión en el vecindario me aterrorizaba. El olor provenía del piso de mi vecina, una anciana que se acostumbraba a dejar las llaves y al parecer, esta vez también el gas abierto.
Por suerte tenía una copia de sus llaves y abrí impidiendo su muerte, pues ella yacía durmiendo. Mi pulsión de muerte había salvado una vida ¿Una jugarreta del destino? Sin duda porque a partir de ahí todo se aceleró: la ambulancia, la llamada a su misteriosa hija (pues jamás la conocí), el agradecimiento y al salir, el Impacto: unas llaves apresuradas abrieron la puerta de mi vecina, antes que yo saliera.
Y allí estaba ella, mi ángel, mi musa, mi diosa y además la hija de mi vecina.
Escrito por: Elena Andrés
Dibujos y Caricaturas : Toni
Producido por: José Font